DEL ABUSO DEL PATRIMONIO Y BIENES COMUNES
Peter Hartmann, Director CODEFF Aisén, Presidente Agrupación
Aisén Reserva de Vida.
Nos duele en estos días el cómo se abusa de los bienes
comunes, como se actúa y destruye el patrimonio natural y cultural sin antes siquiera
estudiarlo, conocerlo, ni menos comprenderlo. Para remate, quienes abusan y
destruyen se erigen como héroes, mientras a las y los defensores se les ataca,
maltrata, ningunea y “suicida”. Y lo
peor de esto es que ocurre ante la indiferencia de las mayorías, que
seguramente piensan que no son afectadas. Mal que mal, estamos en un periodo
social egoísta y de “mundo al revés”. Así tampoco es casualidad que Chile, país
que impulsaba el Acuerdo de Escazú, “sobre el Acceso a la Información, la Participación
Pública y el Acceso a la Justicia en Asuntos Ambientales en América Latina y el
Caribe” ahora se niegue a refrendarlo, “porque podría poner en riesgo la
soberanía” (cuando se ha suscrito cuanto tratado comercial que sí la pone en
riesgo). Mientras, el Presidente discursea sobre sustentabilidad en la ONU.
¿A que nos referimos? Es cosa de asomarse a la calle y veremos
decenas de vehículos y hasta chatarra,
estacionados en el bandejón público (ese donde debiera haber árboles), la vereda y las “áreas verdes” ¿Y alguien se inmuta?
Pues, si eso pasa ahí ante nuestras narices, no se asombre de que ocurra
también mas lejitos. Es cosa de ver las noticias sobre Quintero
–Puchungaví donde ese aire de “todos”, unos pocos lo vuelven irrespirable y nunca los
encuentran. O como el aire invernal de
Coyhaique al cual le echamos humo, “a los otros” como si no lo respirásemos
igual. Y por cierto que podremos ir a ver esos cauces y agua cercanos y
descubrir su contaminación, esa que hacemos como que no existe. ¿Quién hace
algo así? Y a otro nivel; como las siete
salmoneras instaladas en el Parque Nacional De Agostini o las nueve salmoneras
en el “Santuario de la Naturaleza de Quitralco” sin que alguna
institucionalidad haga algo por sacarlos. O el ganado que invade el Parque
Nacional Torres del Paíne, que trajo por
consecuencia la muerte de dos cervatillos y el contagio de Linfoadenitis caseosa
a los huemules de ahí. Algo parecido pasa en el Parque Nacional Cerro Castillo. Y no son la excepción, por desgracia es toda
una costumbre invadir áreas protegidas y terrenos fiscales que el Estado no es
capaz de controlar. Igual sucede con las basuras e incendios del turismo
irresponsable. Los vivarachos e irresponsables que progresan abusando de los bienes
de todos, a vista y paciencia y hasta con apoyo de las autoridades, son pésimo
ejemplo y rápidamente encuentran imitadores. Es más, en esto hay toda una
cultura que incluye la impunidad. Y claro, si vemos a esas autoridades dando el
mal ejemplo ¿Qué podemos esperar del “pueblo”?
¿Se ha percatado lo irresponsable que es intervenir o
“explotar” esos bienes comunes, ese patrimonio de todos, como se suele hacer acá,
sin siquiera saber que es y cómo es lo que se interviene y cuáles son las
consecuencias de ese actuar? Esto nos ha estado pasando mucho estas últimas
décadas en Aisén, tanto en el mar como en tierra. El último caso de este tipo es el del Sitio Prioritario para la
Conservación de la Biodiversidad Estepa del Jeinimeini - Lagunas Bahía Jara, donde hay varias
actividades mineras desarrollándose, haciendo lo imposible para eludir estudios
de impacto ambiental, mientras alguna de la valiosa biodiversidad en peligro
existente ahí está restringida a sus
últimos retazos. Igualmente, recién hay atisbos de estudios de los valores
paleontológicos y arqueológicos ahí existentes. El Chilesaurio no es lo único encontrable
por ahí.
A otro nivel, cuando la comunidad científica hace un llamado
cada vez más alarmante sobre el cambio climático y sus consecuencias catastróficas,
ese cambio que evidentemente la mayoría de los afectados no lo provoca, algunos
de sus responsables alegan que modificar su proceder va en contra de su
soberanía y economía, para así mantener su posición de privilegio abusador de
los bienes comunes, en este caso todo el planeta. No más. A fin de cuentas, lo
que importa es que la humanidad modifique sus hábitos culturales y respete a la
Madre Tierra.
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