LA CONSTITUYENTE
Peter Hartmann
Esta columna prefiero la tomen más bien como opinión
personal, para no afectar al sentir diverso de quienes integran nuestras
organizaciones, en las cuales se supone no debemos meternos en política
electoral contingente. Porque, de que usualmente opinamos en política, de la
buena, no dejaremos de opinar e involucrarnos.
Valga la aclaración anterior, porque si bien la respuesta de
la institucionalidad a la crisis política de octubre de 2019 en adelante, fue
un acuerdo para redactar una nueva Constitución, estableciendo medio improvisadamente
la ruta para ello, no todos quedaron conformes. Eso, porque al contar el
Ejecutivo y el Legislativo con menos de 10% de aprobación, el país se vuelve
políticamente ingobernable y por eso, lo políticamente lógico o al menos por
honor, es que debieron haber renunciado, llamando a elecciones.
Así la ruta partió con un plebiscito de democracia directa
(que bienvenida sea) en que las y los chilenos votaron por aprobar dicha
redacción y elegir para ello una Convención Constituyente, en vez de dejarla en
manos de los parlamentarios. Y sin
embargo en esa Convención nos encontramos, otra vez, con la democracia representativa,
ya que la institucionalidad plantea hacer esa elección dentro de su propia
cancha. Y por cierto así, en la cancha
de ellos, quienes pretenden aportar desde otros ámbitos, la pista se les vuelve
cuesta arriba. Porque ya no se trata de un plebiscito, ahora volvemos a las
típicas caras que mientras más TV tengan, mientras más máquina, más figuración,
más publicidad, más medios, más dinero, más demagogia, más clientelismo; más
posibilidades de ser elegidos. O sea, otra vez corremos peligro de ser
cooptados por sectores con intereses económicos. Y para remate, este sistema
funciona calculadora en mano, obligando a pactos y circunstanciales listas
hipócritas. Por lo demás, que al mismo tiempo habrán elecciones municipales y
de gobernadores, con lo que vamos a ver si logramos entender quién es quién.
Y en este año que ha pasado desde entonces, en que se podría
haber corregido varios aspectos de una propuesta confeccionada en el apuro de
la emergencia, para volver más inclusivo el sistema y darle espacio a la
sociedad civil, poco ocurrió. En eso, lo poco que hubo, fue la paridad de
género y una tibia inclusión de los independientes. Y recién tras el plebiscito,
se intenta mejorarlo y agregar escaños para los pueblos originarios. Si bien la
intención parece ser buena, en esos pueblos más de alguien no lo ve positivo y
otros, como una trampa.
La semana pasada conversamos con Leticia Caro, Jewolpaks,
líder Kawésqar sobre este tema y la vimos deprimida y con opinión y posición
muy sombría. De los veinticuatro escaños extra para pueblos originarios se le
asigno solo uno a los pueblos Kawésqar y Yagan, los cuales actualmente, aparte
de otros problemas, se ven enfrentados a la colonización de su mar por las salmoneras
transnacionales, las cuales evidentemente lo primero que hacen es ganarse a dirigentes
indígenas volubles. Y resulta que los Kawésqar y Yagan deben ser de los pocos
pueblos originarios que puedan aportar su visión marítima y defender el (su) mar
estuariano y archipielágico austral. A lo mejor quedan pocos, pero tienen
dominio ancestral sobre una superficie importante del país. Por otra parte, la
institucionalidad política que tuvo todo un año para haber resuelto de forma mas
participativa este tema que se les olvido al inicio, está pasando por alto el Convenio 169 de la OIT que
obliga a hacer consultas a los pueblos originarios en temas que les afectan, en
vez de meterles en el sistema y dividirles en el juego político tradicional
nacional.
Y así nos encontramos, nuevamente, ante el dilema del
realismo versus el fundamentalismo en la política. Aceptar la cancha y tratar
de jugar en ella e ir arreglando el entuerto en el camino o luchar por que las
cosas se hagan bien desde el principio. La verdad es que pedir que se reescriba
el acuerdo ese de hace un año, empezando de cero, es algo bastante poco
probable. Y eso, mientras hay quienes hacen lo posible para mantener la actual
constitución.
Y a propósito de participación ciudadana e información en y
sobre esta constituyente, nos llama la atención que escuchando radios
nacionales, ahí disponen sobre quince horas semanales para conversar de fútbol
en cuasi cadena nacional, mientras solo hay media hora (¡auspiciada por una
minera transnacional!) sobre la Constituyente, un tema que creemos es poco
conocido y crucial para el futuro nacional. ¿O es que están esperando el pago
de avisaje de las candidaturas?
Y respecto a independientes, vemos como cuesta organizar,
ponerse de acuerdo y juntarse en plena pandemia y cuarentenas. Y vemos como hay
varios grupos trabajando, poco menos que por wsapp por una Constitución
Ecológica, pero sin coordinarse, organizarse, ni pragmatismo político. La
verdad es que no es llegar y redactar tu propia Constitución de un día a otro y
más encima ver cómo y con quienes la pones en la Convención. Igual nos ha
llamado la atención como se invita públicamente a participar en asambleas
nacionales, mientras nos enteramos por pura casualidad, a causa de una encuesta
que hicieron y en la que necesitaban participantes, de la existencia de aquella
de Coyhaique, además de una “coordinadora regional” igual de misteriosa. ¡A ver
si damos el ejemplo y nos ponemos más democráticos y participativos! Y que
conste que nos conocen y saben que estamos en el tema.
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