OTRA VEZ LAS SALMONERAS 2
Peter Hartmann, Director CODEFF Aisén, Presidente Agrupación
Aisén Reserva de Vida.
Nuestra columna anterior sobre este tema tuvo sus secuelas y
complementos. La verdad es que nos alegramos que pase algo, ya que este es un tema
tabú para la mayor parte de los medios de comunicación y políticos. Incluso nos
encontramos con algunos mitos falaces. La cuestión es que casi al mismo tiempo
de nuestra publicación, vimos aquella internacional de Mongobay Latam, “Chile, 416
Concesiones para Salmonicultura están en Áreas Protegidas”, escrita por M.
Carrere y V. Romo, y en los días
siguientes hubo una visita del Superintendente del Medio Ambiente, ¿el Subsecretario
del Medio Ambiente?, Gobernador Marítimo, Directores Regionales de Conaf y
SERNATUR a la Laguna San Rafael, donde parados delante de un montón de basura hicieron
un llamado a mantener limpias las costas regionales y constituir una “Mesa de
Residuos”. ¿Habrá salido en los medios nacionales? ¿Y cómo es que hay basuras
ahí si los vecinos salmoneros tienen convenio de producción limpia y en sus
calificaciones ambientales están obligados a cuidar ese aspecto y Sernapesca
asegura que los fiscalizan y no los hay? La verdad es que mas que crear mesas,
lo que se espera es que al menos se haga cumplir esos compromisos y se efectúe
esa fiscalización. Aparte de que ahí lo primero que se hace necesario, seria
cumplir con la Zonificación del Borde Costero y sacar las salmoneras del borde
del parque nacional y zona turística. ¡El ordenamiento territorial no es
chacota!
Mas aporte y novedades hubo en el artículo de Mongobay. Ahí
se deja en claro que de 1.407 concesiones salmoneras en la Patagonia Chilena, 416
(29,67%) se encuentran en cinco áreas protegidas, poniendo en riesgo los
ecosistemas únicos de la Patagonia. Y eso que olvidaron el Santuario de la
Naturaleza de Quitralco y las áreas prioritarias para la conservación de la
biodiversidad que también lo son y que también (al menos la primera) tienen
concesiones. ¡O sea, son más de 416! También hay que considerar los efectos de las
concesiones y salmoneras ubicadas en el borde de áreas protegidas como es el
caso del P.N. y Reserva de la Biósfera Laguna San Rafael. Y También en los
parques nacionales Isla Magdalena, Queulat, Corcovado, Kawésqar, O’Higgins (y
alguno más de Magallanes). Respecto a
eso, la bióloga Vreni Haussermann del Centro Huinay, relata que observó como en
diez años la vida en el fiordo Comau (que es Área Marina Costera Protegida) la
vida marina ha desaparecido en un 70% y como los sedimentos de las salmoneras van
matando todo. A esto se suman los antiparasitarios que usan las salmoneras
contra los piojos marinos, los que de paso matan también a los demás crustáceos.
Súmese los antibióticos que van volviendo resistentes a las bacterias, desequilibrando
el sistema y los escapes de salmones, que compiten con peces nativos como las
merluzas y caballas, entre otros. ¿Y cómo es que hay salmoneras en áreas
protegidas, cuando Chile refrendó la Convención para Proteger la Biodiversidad
y la Convención de Washington, en la cual se compromete a mantener incólumes
las Áreas Silvestres Protegidas del Estado? ¿Como es que las salmoneras
ubicadas en áreas protegidas no presentan Estudio de Evaluación de Impacto
Ambiental como lo exige la ley? Pues, vale recordar la existencia del “Estado
Salmonero” y que ellos, los muy poderosos, consideran suyo ese territorio. Y
eso en complicidad con la institucionalidad que siempre encuentra algún
resquicio o interpretación forzada para justificarles y olvida olímpicamente
los compromisos internacionales. Son campeones en eso. Mientras tanto, en ese
artículo mencionado, Salmon Chile se defiende en que “la acuicultura implica
seguridad alimentaria”. Por cierto que olvidan que para producir un kilogramo
de salmón de exportación para un mercado de altos ingresos, necesitan unos 5 a
6 kg. de peces silvestres convertidos en pellets. O sea, con esos peces se
podría alimentar a bajo costo a unas cinco veces más de gente . Otra arista que
aparece en ese artículo es el interesante proyecto de ley para impedir
salmoneras en áreas protegidas (lo cual ya hacen otras leyes, pero las
bypasean) que están impulsando algunos parlamentarios (desde hace como dos
años, sin mucho avance parece). La
Senadora Ximena Ordenes, quien está en ese grupo, de paso cae en otra de las
falacias salmoneras: “de que son buenas para enfrentar el cambio climático como
sustituto a la carne”. La verdad es que tanto la pesca como la salmonicultura
son intensivas en uso de combustibles de petróleo al requerir mucho transporte subsidiado
(¿pagarán impuesto al combustible? ¿Apostamos?). Además, utilizan en sus
instalaciones y procesos mucho material intensivo en energía y petróleo. También
producen una gran cantidad de gas metano (mayor efecto invernadero que el CO2)
en la descomposición de sus sedimentos orgánicos y en sus residuos industriales,
que en el caso de Pto. Aisén, van a parar al basural urbano al no existir uno
industrial y ahí provocaban cráteres con sus emanaciones. Para el día en que se
calcule el efecto de cambio climático de la salmonicultura (y de la pesca
industrial), les aseguramos este es alto.
Entonces y en resumen, las salmoneras en y en cercanías de
áreas protegidas constituyen ahí un atentado a su razón de ser, al afectar
gravemente su biodiversidad (matándola), convertirlas en basural y producir
gases efecto invernadero. Si bien vemos,
por ejemplo, las basuras plásticas en la entrada a la Laguna y Parque Nacional San
Rafael, no vemos la borra de sedimentos que trae consigo la misma marea y que
mata la vida marina, ni los residuos de lubricantes, ni basuras sumergidas, ni
gases, ni como el tráfico de embarcaciones afecta a la fauna marina. Vale
agregar y recordar que las áreas marinas protegidas prístinas y sin contaminar
cumplen además una función de línea base del estado original de ecosistemas,
para así poder comparar y revisar con aquellas con algún uso. Sin ellas, lo que
está sucediendo, es que nos quedamos sin lugares para testimoniar la vida que
había y los cambios que ahí ocurran. A lo mejor esa es la intención de algunos.
Finalmente, si al Estado chileno le cuesta respetar la
biodiversidad, ni hablar de los derechos de los pueblos originarios. En este
caso aquellos Kawésqar, Yagan y mas aun aquel del pueblo Huilliche, herederos
de los Chonos, que han sido olímpicamente ninguneados. En eso también valen sus derechos humanos,
que al igual que aquellos ambientales, si no hay organismos poderosos y
preparados para eso defendiéndolos, quedan relegados a ultimo plano en un país
donde lo único que vale actualmente es el dios dinero.
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