Opinión

Epidemias Mortales y Etnias Originarias

Epidemias mortales y etnias originarias
Peter Hartmann, Director CODEFF Aisén, Presidente Agrupación Aisén Reserva de Vida

Hace unas semanas, antes que se nos viniese encima el Covid-19, estábamos escribiendo sobre el genocidio de las etnias originarias canoeras. La contingencia nos hace volver sobre el tema.

Hace unos días el explorador Cristian Donoso publica una fotografía y su investigación sobre la historia de las ruinas de la misión de Caleta Lewaia en Isla Navarino. Este sería el primer asentamiento europeo al sur del Estrecho de Magallanes y con él comienzan las epidemias para la etnia Yagan, la cual vivió ahí por seis mil años y en solo tres décadas quedaría al borde de la extinción.

El contagio de esas epidemias proviene de gérmenes que portan los europeos y sus animales, desconocidos para los aborígenes que no contaban con la resistencia genética ni inmunitaria a ellos. De Lewaia los misioneros anglicanos se trasladaron en 1884 a Ushuaia, mientras las epidemias importadas ya habían reducido la población Yagan a mil personas, un tercio de la original. Sin embargo lo peor  ocurrió cuando la Armada Argentina toma posesión del lugar fundando el actual poblado ese 12 de octubre. A los cuatro días se desató una mortífera epidemia de sarampión, cuyo origen es el ganado bovino, y mató a 75% de los yaganes. Ushuaia en yagan es Welapatux Waia, “bahía de la mortalidad o bahía de los asesinos”.  Así, en treinta años la tuberculosis, influenza, tifus, viruela, tos convulsiva y sarampión llevaron al borde de la extinción no solo a los Yagan. Sus vecinos, los Haush, según L. Bridges, habían muerto todos de sarampión. No serían los únicos; 95% de los amerindios murieron a causa de estas pestes euroasiáticas importadas desde la llegada de C. Colón. J. Emperaire también se refiere a esto en sus vivencias con los Kawésqar.
En estos días nos encontramos también con la noticia de la muerte de Carlos Renchi, uno de los más antiguos Kawésqar y de los últimos hablantes de su lengua. Según su hija residente en Puerto Natales, su padre “no podía entender porqué la gente era tan egoísta, tan poco empática con los Kawésqar”.

Años atrás mi amigo y colega Zady Novoa, que hizo su tesis para titularse en la arquitectura de las estancias de Magallanes, contaba que los últimos Aonikenk, tras la invasión de sus dominios por los estancieros incumpliendo acuerdos previos, viajaron liderados por el cacique “Mulato” a Santiago a reclamarle al presidente Riesco. Este les aseguró que haría todo lo posible para que fueran respetados. Sin embargo, alguien de la comitiva contrajo viruela en la capital y a la vuelta contagió a todos los demás, llevando a la extinción de esa etnia. Por cierto que no faltan los mal pensados que creen que ese contagio de viruela fue intencional. Vale recordar que algún estanciero tenía prácticas parecidas envenenando “indios”. De hecho, hace unos años una de las prácticas para “eliminar indios” en la Amazonia era ir a dejarles ropa contaminada recogida en hospitales.

En la actualidad de la pandemia los pueblos originarios siguen siendo muy volubles. Hace como un mes escuchamos al alcalde de Rapa Nui advirtiendo el peligro que corrían y que había ninguna prevención. Hoy la noticia es que hay una familia contagiada en esa isla. En Puerto Williams, donde residen los últimos yaganes, se declaró cuarentena después que un funcionario llegase contagiado con Covid desde Santiago. Con esto está más vigente que nunca la inquietud de Carlos Renchi sobre qué valores van a prevalecer; la empatía, la solidaridad o el egoísmo.

También resucita el valor del aislamiento. Por otra parte, se hacen presentes otras preguntas importantes como si sacamos aprendizajes de la historia y la zoonosis (transmisión de enfermedades desde animales) y sobre el respeto a los derechos humanos, como aquel de quienes aún están expuestos a aglomeraciones y a viajar en medios de transporte público, también  el de los turistas y viajeros que ya estaban fuera de sus casas y países antes que llegase la pandemia. Vale además ocuparnos más en medidas de prevención y “solucionática” que de represión y psicosis a las cuales se recurre tan fácilmente. Por último, insistimos en la importancia de fortalecer nuestra inmunidad con sentimientos positivos, “buenas vibras” y alimentación adecuada, cargada a la vitamina C (¡el mate también tiene!).
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