Opinión

El Barco de la Paz y la Vida a Bordo

Peter Hartmann, Director CODEFF Aisén, Presidente Agrupación Aisén Reserva de Vida.

El viaje en el Pacific World / Barco de la Paz, sirvió también para variados e interesantes aprendizajes y reflexiones. Este barco -crucero, en su tiempo (1995), era el mas grande del mundo y se llamaba “Sun Princess”, hoy es propiedad de una ONG y dedicado a dar la vuelta al mundo en una especie de universidad flotante. Su eslora es de 261 m. (2 cuadras) y manga de 32, 25m. con 15 cubiertas o pisos de altura y capacidad de hoy 1.800 pasajeros y 924 tripulantes. Los tripulantes se dividían en los marinos y marineros y el personal de servicio hotelero. Los pasajeros: en el equipo de la ONG, los invitados (conferencistas y otras organizaciones) y contratados (músicos) y los pasajeros turistas que pagan pasaje, con lo que se financia en buena medida todo.

El barco en si es como una pequeña ciudad, con teatro, auditórium (que nos quisiéramos acá), lavandería, canchita de deportes, gimnasio, sauna, piscina, peluquería, tienda, bares y restaurantes, oficinas y un diario entregado en cada cabina en que aparecían todas las actividades e instrucciones para el siguiente día. También hay una guía con el perfil de cada conferencista y de los proyectos que se están realizando durante el viaje. Por cierto el barco tiene hartas reminiscencias de crucero, pero definitivamente el objetivo es diferente y se notaba, por ejemplo, en que en vez del anterior casino de juegos, ahora hay espacios para talleres y cursos, clases de baile, exposiciones, mesas de pin-pon y actividades autogestionadas. De los 15 pisos, la entrada al barco esta en el 4° y del 5° (recepción) hacia arriba es lo mas público partiendo por un gran hall central donde solía haber música en vivo (aunque aquí también hay espacios sin acceso de servicio y esta el puente de mando, por ejemplo). No deja de ser interesante como se organizan estos 10 pisos, en los cuales hay espacios públicos y están las cabinas. De hecho, hay largos pasillos de cabinas angostos y que sus ocupantes adornaban las puertas para diferenciarse y encontrarla. El piso 7 es donde se encuentra el teatro y auditórium, oficinas de información y varios otros espacios de reunión y exhibición, así como una vereda para caminar alrededor de todo el barco y mirar el paisaje protegidos de la lluvia. Ahí también están colgadas las embarcaciones de emergencia (Los ejercicios de emergencia son infaltables, así como los salvavidas en cada cabina).  Los pisos 12, 14 y 15 son las cubiertas de techo y terraza superior. Cuando se anunciaba por parlantes del barco que había algo interesante que ver (lo cual muchas veces ocurría a las 7 am), esas terrazas y el 7° se llenaban de gente. Los pasajeros suelen ser gente de ciudad a la cual había que mostrarle objetivos a ver. Los pisos del barco se unen verticalmente por dos cajas de escalera y ascensores (hay al menos otras dos mas de servicio) en las cuales hay toda una exposición de obras de arte. En nuestra cabina ya había dos cuadros. O sea, adornar ese barco le dio harto trabajo a varios artistas.

Respecto a la comida, vale la observación de que los pocos obesos que vimos en el barco, eran gringos, latinoamericanos e indonesios. Los japoneses se alimentan bien y tienen buena salud y la verdad es que disfrutábamos de la buena y variada comida. En ello, mucho pescado, sopas y verduras. ¡Notable era como arrasaban con las sandias!

Y finalmente esta el tema del oleaje. En eso el tamaño del barco en algo ayuda y tuvimos tremenda suerte, ya que el temido Paso o Mar de Drake estuvo calmo a la ida y vuelta a la Antártida. Aunque en nuestra primera conferencia, que fue en el cruce de vuelta, algo se estuvo moviendo el piso. Es más, en el viaje entre Punta Arenas y Valparaíso la idea era irse por mar abierta, a tanto que no veíamos la famosa Patagonia, oculta en las nubes. Uno de nuestros objetivos precisamente era ver y fotografías ese territorio y Aisén desde el mar ¡y nada! Cuando de repente, vemos unas islas y tierra y nos cuentan que el capitán había decidido capear el mal tiempo entrando a mar interior, eso por el canal Ninualac (Archipiélago de los Chonos), donde nos saludaron unas toninas, y seguir de noche por el Moraleda. De madrugada, aparentemente en el Golfo de Corcovado, hubo harto bamboleo y crujidos y a la mañana un aviso de que no bajemos al 5° piso. Había ahí un lote del personal secando, ya que una ola había entrado rompiendo un ventanal (el que repararon durante el día). La cuestión es que tuvimos ni mareo a bordo y ni siquiera mareo de tierra al bajar del barco, ambos bastante habitue a la navegación.

 

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