Opinión

SALMONICULTURA, UN DESAFÍO ÉTICO

 

Peter Hartmann, Director CODEFF Aisén, Presidente Agrupación Aisén Reserva de Vida.

Habíamos quedado en una columna anterior en que para el biólogo experto pesquero internacional Daniel Pauly “la salmonicultura es una aberración. Esto porque para producir el salmón debes conseguir grandes cantidades de pescado. Por ejemplo, en Chile se ha usado el jurel en cantidades enormes, devastando el stock de este pez, para alimentar al salmón. Entonces básicamente se está transfiriendo la proteína del jurel al salmón y luego fuera de Chile a Europa. Esencialmente, es el sur alimentando al norte”. “¿Qué es sustentable en la industria salmonera? Requiere cantidades enormes de alimento proveniente de pesqueras no sustentables, por ejemplo. La huella de la acuicultura se expande porque los recursos utilizados para alimentar los peces la expanden. Eso no es sustentable. Decir que son sustentables es una contradicción, un oxímoron” (Interferencia, 23.1.2022).

La semana pasada, mientras se discutía urgente en el Senado el proyecto de ley del gobierno saliente para regularizar salmoneras en áreas protegidas, escuchamos las clásicas consignas mitológicas del Estado Salmonero y también la voz de la bióloga especialista Doris Soto. De esas voces que no se quiere escuchar y se ningunean, como la de muchos otros científicos expertos. D. Soto dejo en claro que hasta el día de hoy, tras décadas de expansión de esa industria, no hay estudios de capacidad de carga, ni gestión con análisis de riesgo (¿Qué podemos perder? ¿Que debemos hacer para reducir y minimizar riesgos?), tampoco hay información, ni monitoreo. Respecto a las Áreas Protegidas, D. Soto explicó que su función es la protección de biodiversidad y también que entregan servicios ecosistémicos y culturales, incluso para monitorear cambio climático.  Luego insistió en que por el bien de los ecosistemas marinos, la sociedad y de la propia acuicultura no debería permitirse cultivos intensivos de especies exóticas en Áreas Protegidas. Incluso hay especies nativas en peligro, como el puye y las peladillas, a causa de la predación por salmonídeos.

En los días siguientes, nos encontramos con la publicación del investigador de Europa Azul, David Willer, de la U. de Cambridge, quien explica que según la ONU un tercio de los peces marinos están sobreexplotados y la causa principal es su uso para alimento de peces de cultivo. Si se consumiese directamente por los humanos esos peces ricos en nutrientes se salvaría casi cuatro millones de toneladas de pescado en el mar y habría cuatro millones de toneladas mas de marisco. Agrega, que más de 3.300 millones de personas dependen de proteína de peces.  A lo anterior, se agrega un artículo en The Guardian del 2 de marzo en que se explica que “la salmonicultura es un buen ejemplo de cuan tremendamente ineficiente e inequitativo es el sistema alimentario global. Muchos de los peces ricos en nutrientes usados para alimentar salmones provienen del sur globalizado donde la seguridad alimentaria es endémica”. Según la investigadora Liani Aodha de Feedback Global, el apetito en los países ricos está causando la pérdida de millones de toneladas de nutrientes de sardinas, anchovetas, caballas (y jurel) convertidas en harina de pescado, y los salmones solo absorben parte de los nutrientes de esos peces convertidos en pellet.

Luego nos convidaron la publicación “Acuicultura y sus impactos en la conservación de la Patagonia Chilena” de Buschmann, Niklitschek y Pereda (en Conservación en la Patagonia Chilena, 2021), en que se concluye de que tras cuatro décadas de crecimiento de la salmonicultura aun se desconoce la magnitud e intensidad de sus impactos ambientales. Los autores resumen ahí los principales impactos negativos y entregan recomendaciones para reducir riesgos sobre ecosistemas, bajo contexto de cambio climático. Destacan la necesidad de prevenir impactos a escala regional y de ecosistemas.  Para eso se requieren cambios regulatorios e implementar sistemas de monitoreo y la creación de un sistema integrado de áreas marinas efectivamente protegidas. Por principio precautorio, se recomienda detener la expansión de la acuicultura, introducir modificaciones a la legislación sobre escapes de salmones, limitar el uso de quimioterapéuticos e incrementar la investigación y desarrollo de tecnologías de monitoreo y mitigación. Todo esto, hasta que no se cuente con evaluaciones de capacidad de carga y protección efectiva de comunidades y especies amenazadas por la salmonicultura.

Entonces, aparte de la falacia de que las salmoneras son para alimentar sanamente al mundo, ahí hay un tema ético que los políticos harían bien de tomar en cuenta. Y habría que ver que tan sano es un salmón crecido hacinado en confinamiento, con múltiples enfermedades, anaeróbico, piojento y a punta de antibióticos y pesticidas. Eso, si realmente están interesados en alimentar sanamente a los chilenos y al resto del mundo, como dicen. Vale agregar que por cierto la pesca y cultivo artesanal, su distribución, su conservación y agregar valor también dan trabajo. Menos ético aún, es devastar los mares para alimentar salmones que a su vez alteran y destruyen Áreas Protegidas de los prácticamente desconocidos ecosistemas marinos de la Patagonia. Y por supuesto, las áreas protegidas también dan trabajo, de forma directa e indirecta. Y otro tema, ético también, es esto de privatizar y deteriorar con subsidio estatal bienes públicos como el mar chileno y las áreas protegidas de todos, para el beneficio de una industria de particulares, muchos de ellos extranjeros.

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